Desde que se desarrollaran los primeros modelos de cigarrillos electrónicos, concretamente en China en el año 2001 de la mano del farmacéutico Hon Lik, los dispositivos de vapor han evolucionado para ganar en uso, optimización de los líquidos y, sobre todo, capacidad de configuración al gusto del consumidor.
Partes del cigarrillo electrónico
Un cigarrillo electrónico se compone de tres partes fundamentales, las cuales son comunes en todas las tipologías que ofrece el mercado: claromizador, resistencia y batería. El claromizador, o también denominado atomizador, es el depósito que alberga el líquido que se va a inhalar. Habitualmente se carga por la parte superior y, en función de su capacidad, facilitará un mayor número de usos. Por su parte, la resistencia es el dispositivo que calienta hasta evaporar el líquido alojado en el claromizador gracias a la energía que libera la batería. Este último componente, junto con la carcasa que lo alberga y el software que lo gestiona, también se denomina Mod, es decir, una batería dentro de un dispositivo inteligente que es capaz de regular la potencia que aplica a la resistencia para que el usuario experimente con la intensidad del sabor.
Tipologías de cigarrillo electrónico
Si hablamos de tipologías, vamos a diferenciar los tipos de vaporizadores en dos grandes grupos: los de sistema cerrado y los configurables. La primera tipología corresponde a modelos que guardan una gran similitud con el cigarrillo convencional en cuanto a forma y que funcionan con cápsulas o cartuchos recargables. En sus orígenes, los primeros modelos de este formato eran desechables, ya que tanto la batería como el dispositivo que evapora el líquido estaban insertados en una misma pieza.
Se denominan, además, de sistema cerrado, ya que ninguna pieza del dispositivo de serie se puede modificar para cambiar la experiencia del usuario. Asimismo, estos modelos han evolucionado en unos dispositivos con baterías de mayor potencia que regalan al usuario una experiencia de mayor intensidad de sabor y volumen de vapor, como son los denominados Sticks AIO (Sticks All in One, todo en uno).
Por otro lado, tenemos los dispositivos que incluimos en el apartado de configurables. Estos vaporizadores, al igual que los de sistema cerrado, están formados por los mismos componentes: batería, resistencia y depósito del líquido inhalable. Pues bien, ¿dónde está la diferencia con respecto a los de sistema cerrado? En que cada pieza se puede separar del resto, al contrario de lo que ocurre con los de sistema cerrado, que integran todos los elementos en una sola pieza sin dar lugar a la sustitución de ninguno de sus componentes.
El consumidor puede configurar el dispositivo a su medida para sacar el máximo rendimiento al vaporizador y así crear un terminal con la resistencia que desee, con el depósito de líquido que mejor se ajuste a su consumo y con una batería que ofrezca una gran potencia para una experiencia intensa.
También podemos encontrar diferencias con los de tipo cerrado en cuanto al tamaño, ya que los configurables suelen ser más grandes, debido en gran medida a los mods que incorporan. Otra característica es que en muchos casos el usuario puede reparar el dispositivo simplemente al reemplazar una de las piezas afectadas con un coste asequible.
¿Sabías que…?
A pesar de que el primer modelo se desarrolló en el año 2001, el padre ideológico de este dispositivo fue Herbert A. Gilbert, quien en 1963 presentó una patente para el desarrollo de un dispositivo electrónico para fumar. A pesar del gran avance que representaba, esta idea fue descartada dada la popularidad del tabaco en aquella época y la inexistente regulación. Tras 40 años en el olvido, el farmacéutico chino Hon Lik (Shenyang, 1951), retomó la idea de desarrollar un dispositivo que liberara nicotina sin necesidad de tabaco y fabricó el primer cigarrillo electrónico en 2001.