Apenas hemos cruzado el ecuador de este 2020 y ya sabemos cuál va ser el recuerdo que de él nos va a quedar de por vida. No ha hecho falta llegar hasta el 31 de diciembre y nos ha bastado con sólo seis meses para saber que este año va a ser muy probablemente el peor de nuestras vidas a causa de la pandemia del COVID-19, tanto en lo personal como en lo profesional. Los duros momentos que hemos tenido que afrontar del año que vivimos peligrosamente.
A medida que pasan los días, parece que la luz al final del túnel está cada vez más cerca, que poco a poco se va agrandando y que ya estamos a punto de llegar a eso que han denominado la “nueva normalidad”. ¡Qué definición más desagradable! Cuando lo que todos queremos es volver a nuestra vida de antes, aunque son muchos los que, por desgracia, ya no van a poder recuperarla.
Cuando todo esto empezó parecía que pudiera ser cosa de una quincena de días y que pronto volvería todo a su lugar. Al menos éste parecía el mensaje que nos estaban vendiendo los que mandan en el país. Pero esa ilusión duró bien y era, por tanto, cosa de replantearnos la situación y encarar el peor escenario que nos pudiéramos imaginar, tanto para nuestro bien como para el de los nuestros, nuestros trabajos, nuestras empresas, nuestra sociedad…
Con un segundo canal inoperante por las medidas restrictivas impuestas desde el Gobierno para garantizar la seguridad y la salud de la población, el estanco se convirtió en un establecimiento esencial que debía permanecer abierto para que el público pudiera adquirir, además de otros artículos, lo que es el ser de su existencia: el tabaco.
¿Puede imaginarse alguien qué pudiera haber ocurrido si los estancos hubieran permanecido cerrados, al menos, tanto tiempo como otros establecimientos, como la restauración, los centros comerciales, las tiendas de ropa…? Un pequeño ejemplo lo vimos en la víspera de que se decretara el estado de alarma, con grandes colas en las puertas de los estancos. De haberse prolongado esa situación, no queremos ni pensar en las consecuencias, no sólo las que hubieran tenido para los propios estancos, sino las que se hubieran generado entre la sociedad, con casi un tercio de los españoles sin acceso a su tabaco. Pero eso ya es un ejercicio de demagogia que cada cual puede desarrollar a su antojo.
En la encuesta que hemos realizado entre los estancos, éstos nos ofrecen datos muy a tener en cuenta: el 82% ve bien que se mantuvieran abiertos, el 75% ha llegado a temer por el futuro de su negocio, la mitad ha reducido horarios comerciales, dos de cada diez han tenido que despedir empleados, el 79% ha experimentado pérdidas de facturación como consecuencia del menor flujo de clientes y el 78% ha tenido que hacer frente por sí mismo a las medidas para garantizar la seguridad e higiene. Y un dato más, el 77% considera mala o muy mala la gestión realizada durante la pandemia por el Comisionado para el Mercado de Tabacos. Como dato positivo, el 89% de los estancos no ha sufrido ningún contagio.
La realidad ha sido la que hemos vivido y que mejor o menos mejor hemos ido sacando adelante tanto en la expendeduría de la gran ciudad como en el más humilde estanco rural. Porque todos los estancos, sin excepción, han sabido estar a la altura de este tremendo compromiso que nos ha impuesto el coronavirus y bien de forma particular, bien con alguna ayuda que ha llegado de otros eslabones de la cadena de valor del tabaco de nuestro país, vamos recuperando la actividad perdida y los volúmenes de negocio previos al confinamiento al que nos hemos visto sometidos.
Como ya dijimos en esta misma página hace no mucho, es tiempo de que miremos a todos esos estanqueros que han estado y siguen estando trabajando de cara al público, exponiéndose sin medios, sin apoyo y prácticamente abandonados por el Estado. Es tiempo de mirarlos y reconocer su importante labor porque ellos también #estancontigo.
Pero sobre todo eso: que no se os olvide que el año que vivimos peligrosamente, supisteis estar ahí, donde más necesarios erais, donde había que estar a pesar de todos los obstáculos y carencias. Y ante la general falta de reconocimiento de vuestra labor en estos días, tan sólo una cosa: merecéis que os hagan un monumento.