El viernes 1 de julio empezaron los 10 días de una de las fiestas más importantes del calendario madrileño, la Fiesta del Orgullo, una de las celebraciones con más carácter reivindicativo. Este año, además, la celebración coincide con el 30º aniversario del Europride, también conocido como el “Orgullo Europeo” Una vez más, Madrid ha sido uno de los epicentros mundiales de la tolerancia y el respeto a la diversidad, inclusión e igualdad, que mezcla jolgorio de plumas y tacones con actos de concienciación.
La manifestación del 9 de julio es el gran actor de la semana del Orgullo con numerosas carrozas de diferentes empresas, asociaciones o agrupaciones que recorren la ciudad desde las 19:00 para defender los derechos y la igualdad del colectivo LGTBI bajo el lema “Frente al odio: visibilidad, orgullo y resiliencia”. El Día del Orgullo se cele- bra el 28 de junio a pesar de que el colectivo LGBTI suele cambiar sus desfiles al sábado anterior o posterior a esta fecha. La historia de esta celebración se remonta a los conocidos como disturbios Stonewall (Nueva York) que tuvieron lugar un 28 de junio de 1969 y fue la primera vez que la comunidad LGBTI se unió en Estados Unidos para luchar por sus derechos.
Por aquella época el Stonewall Inn era un club gay ubicado en el corazón del Village neoyorquino. Muchos insisten que el nombre tuvo origen en The Stone Wall, las memorias de la escritora Mary Casal; un texto clave de la literatura lésbica de la década del treinta. Sin embargo, son escasas las pruebas que permiten afirmarlo. Lo cierto es que el local se convirtió en un éxito desde la primera noche. Algunos le atribuyen eso a su ubicación. La zona tenía mucha actividad. En la misma manzana estaba el Village Voice, la revista fundada entre otros por Norman Mailer. Otros creen que el verdadero secreto del suceso se alojaba en el salón del fondo del local, donde se bailaba. El Stonewall era el único bar en todo Nueva York en el que los gays podían bailar entre sí. La música la aportaba una rockola de la que salían los hits bailables de la época y que eran escuchadas en la comunidad.
El maltrato en la noche de Nueva York por parte de la policía era habitual, como si los homosexuales no gozaron de derecho alguno. En ese contexto el Stonewall funcionaba como una especie de oasis en un rincón de la ciudad, un refugio, para una comunidad que se sentía perseguida y maltratada. Lo que importaba era que dentro había libertad de movimiento, esa sensación de libertad tan poco habitual. La noche del 28 de junio de 1969 la policía hizo una redada en el Stonewall. Mientras se llevaban a varios de los asistentes, sólo por estar allí, alguien en lugar de bajar la cabeza, se rebeló e instigó a los demás a reaccionar. Muchos sostienen que el primer grito fue dado por Stormé DeLarverie, una lesbiana que instó a los demás a no dejarse avasallar.
Los hechos se sucedieron vertiginosamente. Alguien tiró la primera lata de cerveza, alguien la primera botella, alguien la primera piedra. Y así, pasó lo impensado, una razzia cotidiana, en un bar sin destino de posteridad, terminó en una batalla campal que continuó durante tres noches que cambia- ron la historia. Las primeras marchas para con- memorar los acontecimientos de 1969 en el mítico bar, tuvieron lugar en 1970 en Nueva York y Los Ángeles.
Tras este primer paso, muchas ciudades se fue- ron sumando a estas marchas en todo el mundo que desde entonces acogen los desfiles del Orgullo Gay para reivindicar sus derechos. En junio de 2009 el expresidente de los Estados Unidos, Barak Obama, declaró el mes de junio como el mes del Orgullo Gay, Lésbico, Bisexual y Transgénero, citando los disturbios como razón para “comprometerse por la igualdad ante la ley para los estadounidenses LGBT”. En 2016, el entonces presidente también nombró el Stonewall Inn monumento nacional, convirtiendo al pub en el primer monumento de los Estados Unidos dedicado a la lucha del colectivo LGBT: “La gente se cansó de ser perseguida y el movimiento se convirtió en parte esencial de Estados Unidos”, destacó Obama. Hoy en día, las fiestas del Orgullo son reconocidas en todo el mundo y tienen a España como uno de los epicentros de la lucha contra la homofobia gracias a sus celebraciones.